
Bienestar natural
Creo en los hábitos que suman: hidratar, nutrir, recuperar, respirar hondo y escuchar lo que el cuerpo intenta decirme incluso cuando yo voy demasiado rápido. Para mí, el bienestar no es una tendencia: es un estilo de vida hecho de pequeñas decisiones que, juntas, sostienen mi energía y mi ritmo.
Mi alimentación cambió hace unos cinco años, cuando descubrí el mundo del Realfooding gracias a Carlos Ríos. Entre su contenido de Instagram (@realfooding) y sus libros, fui entendiendo algo muy básico pero muy poderoso: comer sano no es hacer dietas, es volver a la comida real.
Esa famosa regla de “90% comida real, 10% ultraprocesados” se convirtió en mi forma de vivir:
ensaladas, verduras, proteínas limpias, frutas, grasas saludables… y sí, ese 10% reservado para planes con amigos, cenas familiares o caprichos.
Con el tiempo fui notando los cambios:
más fuerza, menos inflamación, más vitalidad, mejor recuperación y un sistema inmune que responde como un campeón. Claro que el deporte ayuda, pero la comida… uff, la comida cambia la partida.
Esa búsqueda de naturalidad también me llevó a revisar qué ponía en mi piel. Con mi sensibilidad facial derivada de mis operaciones y nervios necesitaba productos que no fueran agresivos ni cargados químicamente.
Ahí es donde entró RINGANA, y aquí no hablo como vendedora, sino como alguien que realmente notó la diferencia.
Algo que mucha gente no entiende del concepto “cosmética fresca” es que no es marketing, es literal.
Si tú te bebes un zumo recién exprimido, sabes que es distinto a uno que lleva meses en el súper:
la textura, el olor, la intensidad, la vida que tiene dentro.
Pues RINGANA funciona igual:
productos hechos con ingredientes activos frescos, sin conservantes artificiales, enviados pocos días después de producirse.
Es como si en lugar de crema envasada para durar años, tu piel recibiera “el equivalente a un zumo recién exprimido”.
Esa frescura es la que hace que mi piel sensible responda tan bien y sin irritarse.
No es magia, es coherencia:
si cuido lo que como, también cuido lo que pongo en mi piel.
Mi bienestar natural se sostiene en eso:
comer real, entrenar con intención, hidratarme bien, usar productos limpios y recordar que el cuerpo es sabio… pero necesita que le prestemos atención.
“La lámpara del cuerpo es el ojo; si tu ojo está sano, todo tu cuerpo estará lleno de luz.”
(Mateo 6,22)